QUE REGRESEN LAS MONJAS

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Por Yesid Francisco Perea Mosquera

Con ocasión del día de las madres, fecha especialísima para el pueblo chocoano, viajé hasta mi pueblo natal, Condoto, para saludar presencialmente a una hermana que vive allá, en compañía de mi hermano y parte de mi núcleo familiar. Durante el tiempo de la visita, muy agradable por demás, salen a relucir recuerdos gratos, tristes, alegres, chistes, etc., pero también temas de variado corte, entre ellos el de la educación en nuestro departamento.

Avanzando en los temas, una sobrina me habla del Mauxi, frente a lo cual pregunto qué significa esa palabra y me dicen que se refieren al Colegio María Auxiliadora, institución educativa manejada durante muchos años por las monjas (no sé cuál congregación en específico); esa labor de estas servidoras fue reconocida siempre, pues tenían fama de ser exigentes, serias y amantes de la disciplina y el orden. Lo académico también se destacó invariablemente, así como, por ejemplo, el aseo para la planta física, pues-según contó mi sobrina- dividían el colegio en áreas para ser aseado por las mismas alumnas y luego de terminar, una monja se colocaba al pie del lugar donde debían dejar traperos y demás, los cuales había que quedar colgados y lavados; hoy eso no ocurre en el Mauxi, según me contaron, como tampoco en la Normal para señoritas de Istmina y menos en el Iefemp de la capital chocoana, donde la disciplina habría desaparecido cuando se fueron las hermanas o monjas que durante tanto tiempo rigieron los destinos de tan querida institución. Me cuentan que la indisciplina de éste centro educativo es tanta, que hasta vapeadores están llevando algunas alumnas al colegio, sin importarles las recomendaciones y consejos que sobre la inconveniencia de su uso deben hacer los docentes y seguramente sus padres.

Cuando no hay disciplina en estas instituciones el tema académico desmejora, la pulcritud vuela y las consecuencias son el desorden y la anarquía; por eso, y tomando apenas estas pocas muestras, pareciera que la ausencia de las monjas en nuestras instituciones educativas se siente y entonces los padres de familia añoran las exigencias, disciplina y don de mando de estas servidoras, alguna de las cuales-en el caso de Quibdó- tuve la oportunidad de tratar. No sé qué pudo haber pasado para dejar salir a las religiosas de la educación en el Chocó, o si fue una consigna de personas para entrar a manejar las instituciones mencionadas; si esto último fuera así, sería muy triste y lamentable. Pero si fue voluntad de las congregaciones para dejar nuestra educación, bueno sería gestionar su regreso para ver si así mejoramos este estado de cosas en las instituciones mencionadas.

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