LA VIDA PERDIÓ SU VALOR

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Por Yesid Francisco Perea Mosquera

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Duele reconocerlo, duele escribirlo, pero la situación que hoy vive Colombia se convierte en plena prueba para afirmar lo dicho en el título de esta columna. Lastimosamente, la situación de nuestro querido departamento no escapa a la generalidad escuchada en la capital del país, en el Cauca, en Tumaco, en Norte de Santander, en el Vichada, entre otros tantos lugares, hoy golpeados por la inseguridad y la violencia.


La capital chocoana ha venido siendo escenario de una situación sin antecedentes, en materia de orden público; hoy, después de las 8:00 de la noche, a usted le da físico miedo salir a la calle como consecuencia de la inseguridad reinante, a pesar del esfuerzo de las autoridades por conseguir el retorno de la tranquilidad. Si usted sale a la calle por cualquier circunstancia, a la hora mencionada o después de ésta, se da cuenta que las calles están desocupadas, y no es porque nos volvimos juiciosos, caseros, no señor, es por miedo, el temor generado por la inseguridad, a pesar de algunas muestras de mejoría producto de la presencia reforzada de la policía y del ejército en su componente Gaula. Es tan complejo el tema, que inclusive en el caso de nuestra universidad, espacio al que también ha llegado la zozobra, hay problemas con la jornada nocturna, no por espacio físico, ni por el covid, como tampoco por el ómicron, sino porque, hay muchos estudiantes nuestros que viven en la periferia de Quibdó; recuérdese que la Universidad Tecnológica del Chocó alberga estudiantes de estratos muy bajos, lo que se traduce en dificultades de muchos órdenes, una de las cuales relacionada con la vivienda de estos muchachos, quienes, en su gran mayoría, no cuentan con la posibilidad de conseguir  residencia céntrica o al menos cerca a la “U”; ello significa tener que transitar en la noche, si tenemos en cuenta que el horario de la jornada nocturna es de seis (6) a diez (10) pm, y a pesar de la juventud, de la adrenalina generada por ésta, también ellos sienten miedo, temor, pánico por la inseguridad, por tener que movilizarse luego de recibir las clases, por esos lugares en donde es más fácil que los enemigos de la tranquilidad hagan de las suyas.


Si Quibdó está sufriendo lo conocido por todos quienes aquí vivimos, imagínense ustedes los padecimientos de esas personas que viven en algunos corregimientos y veredas del medio y bajo Atrato, la situación de los habitantes del Municipio del Medio San Juan, cuya cabecera municipal, Andagoya, se ha convertido en receptora, al igual que Istmina, de muchas familias en búsqueda de conseguir un ratico de paz y tranquilidad. Duele escuchar los testimonios logrados por ese gran periodista y Abogado YAIR MOSQUERA D´PEREA, dados a conocer a través de Caracol Radio, a través de los cuales algunos habitantes de este Municipio describen las muertes de menores ocurridas como consecuencia de los enfrentamientos entre los grupos al margen de la ley que se pelean por el dominio del territorio, sumado al hecho de reclutar, a la fuerza, a muchos jóvenes de la zona. Escuchar un fuerte sonido producto de la caída de algún objeto, es razón suficiente, dicen, para salir despavoridos creyendo que se está generando un nuevo ataque; sus nervios deben estar destrozados, requiriendo la presencia de profesionales para tratar de liberar a estos paisanos, de las consecuencias psicológicas del conflicto armado. No debe ser nada fácil que se dispare por sobre las cabezas de personas no acostumbradas al traqueteo de un arma de fuego, eso debe ser realmente atemorizante, por decir lo menos.


¡Siempre he creído que cuando el Estado quiere, puede...! En nuestro querido departamento se han perdido muchas vidas de muchachos en pleno vigor y con todo un futuro por delante; ojalá aparezcan circunstancias distintas que nos permitan frenar este estado de cosas, para que la vida vuelva a tener valor.

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