DE ESPALDAS A LO NUESTRO

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Por Yesid Francisco Perea Mosquera

Hablar de la riqueza hídrica del Chocó sería como llover sobre mojado, pero está claro también cómo se le ha dado la espalda a esta realidad, no solo por los distintos gobiernos, sino también en el caso de nuestros dirigentes, aquellos que han tenido la oportunidad de regir cargos con posibilidad de aprovechar nuestra riqueza hídrica. No soy ingeniero ni tengo profesión afín con esta especialidad, pero me queda claro, por comentarios y las lecturas hechas, que se hubiera podido realizar menos esfuerzos con la construcción de una hidroeléctrica en el Chocó, que los perpetrados para construir, por ejemplo, la de hidroItuango, la cual, a pesar de los múltiples esfuerzos técnicos y los cuantiosos recursos invertidos, aún no produce ni un vatio de energía.

 

Los ejemplos de malversación de fondos y esfuerzos son incontables en este aspecto, pues los gobiernos les imprimen mayor interés a las regiones con mayor posibilidad política y en aquellas donde los dirigentes tienen el peso suficiente para hacerse oír, así sea en desmedro de las reales posibilidades de éxito, dadas las mejores condiciones otorgadas por la naturaleza, como ocurre en el caso de nuestro departamento. Tampoco es novedad hablar de las desigualdades de este país, en donde claramente existen algunos departamentos cuyo tratamiento es abiertamente desigual, frente a otros que cuentan con mayores posibilidades; pero lo que sí causa tristeza es el hecho de que seamos los propios chocoanos quienes le demos la espalda a nuestras potencialidades. 

 

La naturaleza nos regaló siempre las opciones negadas por el Estado, brindándonos la eventualidad de contar con dos océanos en nuestro departamento, sumado a la presencia de muchos ríos con capacidad para embarcar con ellos, el desarrollo negado por gobernantes de todas las épocas. Todos sabemos que no se le ha sabido sacar provecho a lo de los océanos, los cuales nos brindan la oportunidad, por ejemplo, de ser unos emprendedores en materia de turismo, si tenemos en cuenta tantas playas como aquellas con las cuales contamos en el atlántico y el pacífico, a cuál más limpia y prácticamente virgen. Al momento de escribir estas notas se me viene a la memoria el reality filmado en nuestra costa atlántica, en donde construyeron las cabañas denominadas playa alta, media y baja; allí reforzó de mejor manera su fama el hoy alicaído Faustino Asprilla, entre otras estrellas colombianas.

 

Ahora, el departamento cuenta con una autopista natural llamada Río Atrato, el cual tiene aproximadamente 750 kilómetros de longitud, siendo el más caudaloso del país y el tercero más navegable, después del magdalena y el cauca. Hubo una época no muy lejana en la cual el gran comercio del Chocó se realizaba a través de los productos traídos en grandes lanchas que navegaban desde Cartagena, en el Atlántico; allí usted conseguía materiales para la construcción a muy buenos precios, bebidas de toda clase, ropa, telas, comida, entre otras tantas cosas, con lo que el dinamismo comercial era realmente muy importante, según cuentan quienes tuvieron directa participación en el tema. Hoy, las lanchas llegan creo que, hasta el Carmen del Darién, encontrándoselas en un número mayor en Rio Sucio. Mirar de nuevo al Atrato sería una gran apuesta, pues su permanente dragado, no solo a las bocas, sino a lo largo y ancho del río (o al menos lo que llaman destronque creo), seguramente permitiría el regreso de las lanchas, con lo cual se les daría vida a esos pueblos rivereños. Nótese la gran inversión que, a través de una APP, vienen realizando en el Río Magdalena, agilizando el comercio y el turismo en su zona de influencia; el transporte de mercancías utilizando barcazas es más rápido y económico en esa cuenca hidrográfica; ¿por qué no podríamos hacer lo mismo acá con el Río Atrato? Imagínese usted no solo a las lanchas mencionadas, si no también catamaranes o embarcaciones turísticas de menor calado surcando las aguas de nuestros ríos, pues habría que considerar el Río San Juan el Baudó y tantos otros, según sus reales posibilidades; sin duda alguna, la naturaleza nos dio su parte, falta que el hombre aporte lo suyo.

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